Cursa Les Planes, Sant Joan Despí
Sábado por la tarde. Manel me recoge. Puntual. Esta vez, parece que vamos con tiempo. Sin embargo, olvida coger el chip. Tenemos poco margen de maniobra. Sin pausa y con algo de prisa, regresamos a Castelldefels. Con todo, conseguimos plantarnos en Sant Despí unos quince minutos antes del inicio. Es poco tiempo para pensar la táctica y mucho menos para calentar. Manel, con su dorsal 678, se sitúa a pocos metros de la salida. Casi debajo del arco. Yo, con mi dorsal 619, reculo bastante. Diría que prácticamente casi hasta el final. Desde mi posición lo veo salir. Parece que lleva un ritmo tranquilo, que no sale a morir. Por mi parte, sigo su consejo y también salgo tranquila. No quiero morir como me ocurrió la semana anterior.
El recorrido consiste en dar dos vueltas a un circuito de 5 kilómetros. La cursa se inicia con una corta bajada que, a los pocos metros, se convierte en la primera subida. No es muy pronunciada. Sin embargo, las piernas la notan. Los dos siguientes kilómetros son bastante planos a pesar de que los constantes giros no facilitan llevar un ritmo constante. En el kilómetro 4, la cursa cambia por completo. Una larga recta ascendente prácticamente ocupa todo el kilómetro. Consigo no desfallecer y mantener mi ritmo. El quinto, de nuevo combina repechos con tramos en bajada de manera que permite llegar al paso por el kilómetro 5 habiendo recuperado algo de aire. Espero encontrar el avituallamiento y reponer fuerzas. Pequeño contratiempo: no existe. Agotadas las aguas me mentalizo de que deberé seguir la táctica camello de Manel.
Tras el paso por el ecuador de la cursa, síntomas incipientes de flato que en el kilómetro siguiente, se confirman. Corro todo el kilómetro 7 perjudicada. Casi casi podría decirse que a ritmo de marcha atlética. Con la mano, aprieto el punto de dolor. En ese momento, un chico se pone a mi lado. Me anima. Me dice que ya estamos casi al final. Que el flato es momentáneo y que no me deje vencer. Me vengo arriba. Enfilo la subida del kilómetro 9 mucho mejor de lo que minutos antes habría podido imaginar. Mis piernas responden. Pienso en el entreno del jueves. Entro en el kilómetro 10. A pocos metros de la llegada, Manel me anima. Me gusta. Me exige un último sprint. Le hago caso. Apreto hasta el final. Consigo entrar en 51’57». Estoy contenta.
A la llegada, primer cambio de impresiones con Manel. Ha parado el crono en 44’20». Su ‘Garmin 405’ permite valorar sus parciales. Sus tres primeros kilómetros a mí me parecen más que aceptables. 4’22», 4’14» y 4’14». En el cuarto, flaquea un poco. Coincide con la larga subida del recorrido. Ahí, el crono sube hasta 4’40». En el quinto, recupera sensaciones y consigue de nuevo meterse en sus más normales 4’22». En el sexto, de nuevo efecto tobogán y se planta en 4’43». Los dos siguientes, a 4’19» y 4’23». El noveno, el de la cuesta, sube a 4’51». Y el último, espectacular. 3’58». Los parciales de Manel dibujan el mismo efecto tobogán que el perfil de la cursa. No parece demasiado contento. Sin embargo, a mí me parece que ha hecho una buena cursa y que debería positivizar su lectura. En primer lugar, porque en este caso, el nombre no hace la cosa. Esta cursa es de todo menos plana. La fisonomía de la cursa exige un esfuerzo que, evidentemente, el cuerpo nota. En segundo lugar, porque su planteamiento conservador y su alta exigencia le han hecho salir demasiado pendiente de no fallar. En tercer lugar, porque la reserva del último kilómetro es una muestra clara de que, seguro, habría podido arañar algunos segundos más en los kilómetros en los que decidió ser más conservador. Y en cuarto lugar, porque a pesar de su tiempo final, lo más importante son las sensaciones. Las mías son positivas. Las de Manel, creo, también aunque combinadas con una cierta frustración de no haber consolidado su ansiado sub-43. Está cerquita. Él lo sabe. No tengo dudas de que lo conseguirá. Sólo le falta recuperar esa dosis de confianza en sí mismo que siempre tiene y que parece que, después de Can Mercader, se ha diluido.
En la meta, butifarrada y fruta fresca. Se agradece. Intento localizar a X. Bonastre. Me habría gustado hacerme una foto con él. Entre la gente que hay, y que es de noche, no consigo localizarlo. Qué lástima, me habría hecho ilusión. Quizá a la próxima. Después, nos vamos de tapas y de copas. Entre los mil temas y risas, seguimos sacando conclusiones de la cursa. Compartimos por sms nuestros tiempos con Iñaki. No responde. Está de vacaciones. Seguro ya duerme o tiene el móvil desconectado. A nosotros, nos dan literalmente las uvas. El tiempo vuela y el reloj marca casi las seis. La tarde-noche ha sido genial.